Quién me iba a decir hace apenas unos años que mi forma de ver los ires y venires que esta vida perra nos trae se vería tan cambiada. Siempre gusté de las cosas buenas que tiene lo estéticamente correcto. Siempre gusté de una vida hedonista. Siempre gusté de los excesos. Siempre gusté de preocuparme por temas trascendentales, místicos, asuntos más propios de deidades más que de humanos.
Los años pasados nunca fueron mejor. Y de lo hecho anteriormente tampoco hay que arrepentirse, ya que de muy buenas experiencias he podido gozar. Pero hoy mi vida es más sencilla. No gusto de complicaciones. No gusto de excesos. No gusto de misticismos, ni de elevados artes. No gusto de hipocresías. No gusto de superioridades. No gusto de acomplejados. No gusto de mala gente. No gusto de preocupaciones vanas.
Ahora toca vivir.
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