Prisas y más prisas. El mundo nos acelera. Todo cuanto nos rodea pasa rápido y sin apenas darnos cuenta nos dejamos engullir por una vorágine de acontecimientos que no podemos controlar, convirtiéndonos en meros espectadores de una vida que se nos escapa de las manos. Además nos han vendido desde pequeños la estúpida idea de que tenemos que superarnos contínuamente, que tenemos que ser más que los demás, que hay que fijarse metas ambiciosas para llegar a la más alta torre del más alto castillo, y una vez allí con todo el dinero del mundo y toda la fama, contemplar sin remordimiento alguno a cuantos seres insignificantes hemos dejado caer en el camino, para sentirnos los amos del mundo.
Ante este panorama alentador, nos vemos abocados a pagar a desconocidos para que nos ayuden a solventar nuestras dudas, miedos, frustraciones o simplemente a dejar de creernos el centro del mundo para redirigir nuestra forma de entender la vida, nuestro entorno y nuestras relaciones. De hecho, a día de hoy, proliferan psicólogos, psiquiatras, conferenciantes, especialistas en coaching y gurús de diversa índole que intentan llenar nuestras vidas de armonía, motivación y pensamiento positivo.
Tal vez mis palabras no aporten nada nuevo, pero partiendo del principio de que la vida está llena de cosas malas, no quiero renunciar a las cosas buenas que tiene. Por que de verdad las tiene. Y es que no tenemos por qué cegarnos por el desaliento. No podemos ceder ante el desánimo. Tenemos que disfrutar de cada pequeño momento, de cada mínima satisfacción. Y sobretodo ser felices y buenas personas. Que así, de paso, también viviremos más.
Y para que os llevéis un buen sabor de boca, aquí dejo el «Hakuna Matata» del Rey León de Disney. A disfrutarlo!
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