Más allá de los muros de Howards, una vez que se ha dejado atrás la Ciudad Esmeralda del Mundo de Oz y salido de dentro del Laberinto, después de haber viajado a los lomos de un lanudo dragón de pelo blanco por los cielos del Reino de Fantasía, navegado con rumbo fijo hacia el País de Nunca Jamás y pateado la amplia Tierra Media, se puede llegar a todo un maravilloso lugar donde abundan seres mágicos de todas formas y tamaños, capaces de apartar la oscuridad tan sólo con la luz que emana del interior de sus almas.
Yo he estado ahí. De hecho, lo frecuento con asiduidad. Llámame chalado, «pillaodelavida» e incluso piensa que consumo alguna sustancia extraña de efectos psicotrópicos. Estás en tu derecho. Pero a mí me da igual. Me gusta visitar ese mundo, pese a quien le pese, me gusta ver a sus deliciosos personajes, como Alonso Quijano con sus gigantes, Alicia con su conejo blanco u Ofelia con su fauno.
En ese apasionante mundo hay reyes y reinas que te brindan su castillo y protección de por vida, con la única condición de que les muestres respeto y obediencia. Todas sus acciones son grandiosas, dignas de admiración y causan una impresión que quedará marcada a fuego en tu memoria. Te nombrarán príncipe o princesa y, lo más importante, te prepararán para que algún día tomes las riendas de su reino, sin escatimar en nada, ya tengan más o menos oro en las mazmorras de su castillo.
También hay príncipes azules y princesas de ensueño con las que encontrarse. Cuando menos lo esperas, en este reino mágico, en tan sólo un instante, puedes estar cantando con tus amigos, los pequeños animalitos del bosque, y pasar en otro instante a estar cantando una dulce canción cogido de la mano de tu verdadero amor. Y mucho cuidado, que si hay beso, eso ya es para toda la vida, seréis felices y comeréis perdices.
Duendes diminutos aparecen con frecuencia en este mundo. Son pequeños seres sonrientes, que transmiten energía tan rápido como la quitan, pero que en cualquier caso, siempre se hacen querer. Una vez das con un duende, este ya no se separará de ti. Que quieres dormir, pues te despierta. Que quieres cantar bellas canciones con tu verdadero amor, pues que no se va. Que quieres silencio para reflexionar, pues no para de hablar en «duendinés».
Además, habitan magos y hadas que te hacen ser mejor cada día. Se preocupan por ti, te escuchan, te ayudan, te apoyan e intentan sacar todo lo mejor que llevas dentro: enseñándote nuevas habilidades que nunca hubieras imaginado poder desarrollar, poniendo a tu alcance ideas que nunca se te habían pasado por la cabeza, mostrándote ciencias que antaño hubieras considerado como propias de encantamientos, inspirándote para que de algún modo tu también puedas ser un ser extraordinario, al menos, casi como ellos.
Pero este mundo maravilloso también alberga oscuridad. Hay troles, gobblins, ogros, brujas, hechiceros, espíritus malignos, monstruos, seres de la noche. Siempre vagan por lugares tenebrosos y siempre están acechando a los seres buenos, para robarles la luz de su alma, apoderarse de su alegría, borrarles su ilusión, quitarles su razón de vivir. Y a mí no me dan miedo. Siempre que los veo les hago frente. Con mayor o menor fortuna, con mayor o menor acierto. Y es que gracias a todos esos seres mágicos que conozco, y gracias a todo lo que he aprendido de ellos, siempre estoy dispuesto a plantarme ante la oscuridad y combatirla. Que no me quiten mi luz.
A lo mejor, sin saberlo, también tu has estado en este mundo mágico alguna que otra vez. Que tampoco a ti, te quiten tu luz.
0 comments on “Gracias a todos esos seres mágicos.”