No te quiero convencer. No se trata de eso. Tu me pides una opinión y yo te la doy. Si no la quieres, ¿para qué me la pides, «cantaro’s soul»? Si además te la he de razonar, pues venga, va, que te la razono, pues tengo mis propias razones, probablemente muy distintas a las tuyas. Y oye, que esta es mi opinión en este mismo momento. Sí, en el día de hoy, en el ahora. En una hora, tal vez mañana, dentro de un año o pasados veinte años más, mi opinión puede ser otra. Llámame veleta si quieres, pero entiende que las personas cambian y con ellas, entre muchas cosas, sus ideas.
Si no me preguntas por mi opinión, no te la voy dar, no hay necesidad. No me gusta regalar opiniones porque hay mucha gente, bien por sobrada o bien por necia, que las ignoran conscientemente. También hay gente que simplemente no las necesitan y pasan. Y eso a veces es lo mejor, pues una opinión es tan sólo eso, una opinión. No se trata de sentar cátedra, que muchas veces también se erra al darla.
Ahora bien, si me la pides, déjame expresarme, escúchame, y ten en cuenta que lo que escuches tal vez no coincida con lo que esperas oír. Y que si además te sienta mal, pues mira, que va a ser que lo siento. La opinión se da sin ánimo de ofender y de buenas, aunque a veces moleste, buscando un efecto positivo, una mejora, una buena actuación. La opinión que ofende a sabiendas no es opinión, es mala educación.
Si me pones mala cara, ten en cuenta que la próxima vez que me la pidas, primero te preguntaré a ver qué opinas tu y después asentiré con mi cabeza y soltaré por mi boca un «eso mismo creo yo«. Lo que es una posición fácil, evitando posibles e innecesarios conflictos. Vamos, lo que viene a ser lo mismo que el dar la razón a los tontos.
Y es que dar la razón tanto a listos como a tontos solo tiene sus ventajas: evitas la confrontación con terceros, quedas bien con los demás, no rompes consensos grupales y, en definitiva, trabajas tu paz interior y te alejas de innecesarios malos rollos. Porque nadie quiere una voz discrepante a su lado, por mucho que se alabe el milagro de la comunicación asertiva y la autenticidad, que eso del cuestionarse las cosas está sobrevalorado, copón. Que la gente quiere palmeros a su lado. ¿Qué es esa mierda de hacer del abogado del diablo? ¿Acaso no es ponerte a cuestionar por el mero hecho de joder la marrana? Tocapelotas.
En cualquier caso no es tiempo de ir por ahí dando la opinión, expresando ideas, posicionándose en causas, cogiendo pancartas o publicando tweets rumberos. Tu, por si acaso, dime que sí, que lo «mismico» piensas tu.
Esta es mi opinión. No te quiero convencer…
Eso mismico pienso yo!!!. Ya sin bromas, tu opinión siempre será bienvenida y no cuestionada. Coincido que hoy en día hay que medir las palabras según con quien estes, por eso mismo es tan importante reunir amigos como tú dónde una se siente libre de hablar con Libertad y libre de críticas maliciosas.